¡Quememos los libros de Paulo!

«Acudo a los libros, pero siempre acabo con los [libros] de autoayuda, y de ahí llego a los libros de Paulo Coelho, que son lo «más mejor» de esas cuestiones.  Así de grave es el tema.», escribe Adrián L. Alexander.


 
NO PIERDAS EL tiempo te dice todo el mundo en todos lados. Orden, debes tener orden, dicen. Orden, siempre orden, y perder el tiempo es falta de orden. Y tanto nos impacta el hecho de perder el tiempo, y más aún por la falta de orden, que acabamos acojonados y con sentimiento de culpa; y en mi caso hay algo que hace que se me remuevan las vísceras, por lo que termino buscando en las fuentes de la sabiduría que me ayude a controlar ese resquemor. Acudo a los libros, pero siempre acabo con los [libros] de autoayuda, y de ahí llego a los libros de Paulo Coelho, que son lo «más mejor» de esas cuestiones, según mucha gente que me aconseja. Así de grave es el tema. Y yo estoy jodido, no solo por buscar ayuda en esos los libros sino, también, porque soy despistado.

Al ser despistado por naturaleza, tiendo al desorden y, en consecuencia, no aprovecho el tiempo. Cuando adolescente ―esa época en la que te estás formando y te montas tu sistema de creencias que funcionaran para (casi) el resto de tu vida― yo me sentía mal por ser despistado. Me olvidaba de las cosas sin más: poner un título al escrito de una tarea de la escuela, comprar los huevos cuando solo tenía que comprar huevos u olvidaba donde había puesto algo que recién tenía en la mano. Ahora me olvido de los nombres, no me acuerdo de lo que me cuentan mis amigos, y cuando me lo vuelven a contar respondo con sorpresa un «anda, no jodas». Me dicen que ya me lo habían contado y les digo que ni en broma me hubiera olvidado que Susanita se ha liado con Menganito (más aún porque la Susanita está muy buena y Menganito es muy feo). Me olvido las llaves, o simplemente las pierdo. He tenido que repartir copias de llaves, y seguramente la mitad de Madrid tiene una copia de la entrada de mi casa. Ser despistado me ha llevado a perder dinero (una vez fui a un cajero automático, tecleé la cantidad que quería y esperé, recogí la tarjeta y el comprobante y dejé el dinero en la ranura de la máquina. Claro, cuando regresé al cajero ya no había billetes), perder besos por no estar atento a las insinuaciones de la chica en cuestión y hasta perder trabajos. Pierdo los trenes o los autobuses para ir a un compromiso, pierdo los libros que llevo en la mano, pierdo la paciencia y pierdo relaciones personales. Y pierdo el tiempo. Perder el tiempo es ver la televisión, ir al cine o mirar el movimiento del caracol en el pasto.

Tanto impacta en la sociedad, y tan arraigado está eso de ser ordenado y de no perder el tiempo que las madres recomiendan a sus hijos estudiar algo de lo que vayan a poder vivir, algo que «sea útil», que no pierdan en tiempo. En las empresas se paga a otras grandes empresas para ser más eficientes, para hacer las cosas más rápido y mejor. No se puede perder el tiempo, el tiempo es oro. La respuesta debe ser inmediata, el cliente siempre se debe sentir atendido. La respuesta inmediata es bien valorada, ya sea en una reunión de trabajo o en una charla con los amigos, si no contestas rápido eres tonto. Hasta con los amigos debes contestar rápido. Cuando alguien te dice algo que identificas viene con doble sentido, un albur, sabes que tienes que contestar casi instantáneamente termina la frase. Y yo que siempre fui despistado y no me aprendía las respuestas, ni siquiera las  predefinidas, perdía siempre. Perdía la guerra dialéctica y el respeto del grupo. Todo debe ir rápido y todo debe tener un orden. Sí, rápido, no pierdas el tiempo. La noticia debe volar sin importar si es verdad. Existe la ruta crítica, el camino más corto para acabar una serie de tareas, y se paga mucho por gestionarla bien. Hay que gestionar proyectos sin perder el tiempo, porque el tiempo significa también dinero. Y entre tanta necesidad de orden y rapidez nos sentimos perdidos: todos debemos ser más eficientes. Está el mandato mundial de no perder el tiempo por lo que busco soluciones y comienzo a leer libros de auto superación personal, y como yo, muchísimos. Están los «7 hábitos de las personas altamente efectivas» que lista treinta y dos principios de acción, que, una vez establecidos como hábitos ayudarán al lector ―persona completamente llena de culpa por no saber aprovechar el tiempo― «a alcanzar un alto nivel de efectividad en los aspectos relevantes de su vida».  Otras de las principales enseñanzas que saco de los libros de autoayuda son las listas en general, las libretas de apuntes y las agendas para tener orden… También hay que madrugar para el trabajo, y mantener el madrugón durante 21 días seguidos para que se vuelva un hábito. Y de ahí a los libros de coaching en el trabajo, la familia, el ocio y la pareja. El sentimiento de culpa nos puede, y ahora también somos conscientes y tenemos la certeza de ser idiotas por completo: seguimos perdiendo el tiempo, pero ahora también sabemos que no tenemos hábitos, que no sabemos comunicarnos bien, que somos terriblemente ineficientes y que estamos mal follados. Somos lentos y desordenados, y los hay que somos despistados. Esa  terrible enfermedad que te hace repetir las cosas, y eso te hace perder el tiempo -o al menos yo lo pierdo- por naturaleza. Si por lo menos fuera procrastinador por convicción, pero ni eso, lo soy por genética.

[pullquote]No pierdas el tiempo te dice todo el mundo en todos lados. Orden, debes tener orden, dicen. Orden, siempre orden, y perder el tiempo es falta de orden. Y tanto nos impacta el hecho de perder el tiempo, y más aún por la falta de orden, que acabamos acojonados y con sentimiento de culpa; y en mi caso hay algo que hace que se me remuevan las vísceras, por lo que termino buscando en las fuentes de la sabiduría que me ayude a controlar ese resquemor.[/pullquote]

Tenemos más de ocho horas de trabajo ―que me parecen muchísimas―, y aun así tenemos que hacer horas extras que no nos pagan. Si te vas a tu hora te miran feo: «no estás entregado a la empresa», eres poco profesional, entonces sales corriendo después de tu jefe, porque no  aguantas el mal de ojo laboral, a clases de lo que sea que te gusta porque irte directo a la cama es no tener vida. Es vivir para trabajar y no trabajar para vivir, y no lo puedes soportar. A mí, las vísceras me siguen crujiendo pero como no tengo energía para la clase de baile y he decidido que no puedo ir a yoga porque me quedo dormido, y eso es perder el tiempo. El resquemor es mayor. Busco en mi mente las lecciones aprendidas y me acuerdo de lista, agenda y orden. La cabeza solo me da para ir al bar a beber una cerveza mientras veo lo que ponen en la pantalla del lugar y llamar a mis amigos que están igual de cansados, con el mismo sentimiento de culpa sobre la pérdida del tiempo, igual de frustrados por no ser altamente eficientes y, por supuesto, todos mal follados. Nos bebemos las cervezas, y la vida. Llego a casa, le doy un beso a mi chica, que antes coordinó conmigo usar esa tarde para ver a su vez a sus amigas, que están todas igual que mis amigos. Me lavo los dientes y me duermo en el primer renglón de la primera página de la novela que inicié hace meses. Y sueño. Y mi sueño resulta ser un sueño común: soñamos con dejarlo todo, con mandar a la mierda el trabajo, ganarnos la lotería e irnos a una playa paradisiaca ―que, curiosamente, está llena de chicas y chicos modelos― en la que ponemos un puesto de hamacas. Y duermo ―y vivo― jodido. Y así muchos, no tenemos vida por no saber aprovechar el tiempo, por perderlo, por derrocharlo. Por no tener orden. Recién me levanto de la cama y quemo la novela que nunca leí y vuelta a empezar: compro más libros de autoayuda, y de ahí, llego donde Coelho.

No tengo ningún problema con el señor Coelho, de hecho le tengo envidia, de la mala. De esa que desea tener todo el éxito y lectores que él tiene, el dinero y, por supuesto, todas las reglas que tan ligera y rápidamente dice para vivir feliz y sin problemas. Le tengo envidia por tener la clave para no perder el tiempo, o al menos eso leo en todas las grandes frases que le gente repite en su nombre, que son muchas y muy… bonitas. Recuerdo que una vez leí un libro de él, y recuerdo que vomité. Las vísceras que muy pocas veces se dejan de mover. También es cierto que intentaba aprovechar el tiempo e iba leyendo y comiendo unos tacos de tripa de vaca en el transporte público. Hay quien me dice que fue por los tacos, yo estoy seguro que fue tanta sabiduría acumulada en el libro. No juzgo a quien le gusta leer al brasileño, los que queremos que aumente el índice de lectura decimos que mejor se lean best-seller a que no se lea. Supongo que también aplica esto a los manuales de auto ayuda, pero si la solución a ser más eficientes, no perder el tiempo y, en consecuencia, no se muevan las vísceras pasa por esas soluciones, no hay duda que perder el tiempo es una de las peores enfermedades del mundo, y va a ser muy jodido curarla. Aun así no desisto, busco ayuda y sigo con ello. Como no me acuerdo de nada del libro de Coelho miro en internet y lo primero que encuentro es muy… motivador: «Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla.» Las vísceras vuelven al crujir, y recuerdo que lo que yo quiero es atender al mandado mundial de no perder el tiempo, por lo que espero que el universo entero se alinee para ello.

En temas de orden admiramos a los países anglosajones y su cultura tan eficiente. Van, trabajan, comen en un cuarto de hora y frente al ordenador, y salen a las 4 de la tarde de la oficina. Nos damos de topes contra la pared cuando alguien nos hace esperar. Y nos ahogamos en alcohol cuando recordamos que preferimos estudiar algo que nos gustaba en vez de ser controladores aéreos, trabajar 10 días al mes y ganar 100,000 euros. A esto se refieren las madres cuando te dicen que estudies algo que «sea útil».  La sabiduría está en los libros, me repito, y vuelvo a buscar ayuda. La tercera tiene que ser la vencida, seguramente habré leído malos libros de autoayuda, así que busco la lista de los 10 mejores [1] y me los echo todos en una noche, no quiero perder más el tiempo. Termino, pero me sigo sintiendo igual, las vísceras siguen fastidiando y siento como si fuera a vomitar. Seguramente no fue la lectura, en la noche cené, y aunque ahora no fueron tacos de tripa si tenían alto porcentaje calórico: unos kebabs y unos cereales de esos de gomitas de colores.

Como yo, hay muchos, miles, millones, me atrevo a decir billones. Somos despistados, poco eficientes, conscientes de ello y ahora tarados por no saber solucionar el tema. Y me doy cuenta que lo único que puedo hacer es dejar de leer los libros de auto ayuda, incluido a Coelho. Así pues, no encuentro soluciones contra el mal que me acecha. No es agradable saber que pierdo el tiempo ni sentir las vísceras protestar cada 10 minutos. Sartre cuenta en «La náusea» que en la vida en general es tremendamente nauseabundo dejarnos llevar, en este caso atarnos al imperativo del correr para no perder el tiempo. Pero también nos dice que es imposible controlarlo todo, lo heroico llega de lo poco que elegimos. Así que en todo ese caos de horarios, desorden, despistes y vísceras en movimiento me he tomado muy en serio no perder el tiempo, daré un giro en mi carrera ―que el trabajo es lo único a lo que le podemos dedicar horas, pues ni el descanso ni el ocio están permitidos―, y me dedicaré de forma profesional a mirar el movimiento del caracol en el pasto, iré al cine, leeré novelas y cuentos y veré en la pantalla del bar mientras bebo cervezas con los amigos que en una playa paradisíaca donde solo hay hamacas, unas modelos hacen un mitin y sostienen pancartas que dicen: «¡Quememos los libros de Paulo!»~

Notas:
[1] Existe, existe… la lista de Los diez mejores libros de autoayuda http://www.abc.es/20120525/cultura-libros/abci-diez-libros-autoayuda-201205231655.html