The Beatles: Let It Be… Naked (Un clásico en horas oscuras)

«Un disco que capture el momento en el que los 60 finalizaban y la cruda luz de una nueva década empezaba a brillar sin piedad a través de las cortinas». The Beatles: Let It Be… Naked (Un clásico en horas oscuras), un texto de Xavier Valiño.

 

SI ESTÁS BUSCANDO un disco que capture el momento en el que los 60 finalizaban y la cruda luz de una nueva década empezaba a brillar sin piedad a través de las cortinas, no busques más. No importa que los anfitriones sean quienes inventaron la cultura pop como la conocemos, que sentaran la agenda social de la década más decadente del siglo y que, incluso, por el camino, consiguieran ofrecer viñetas cruciales sobre el sentido de la vida. Al final de los 60, para los Beatles, los buenos tiempos habían llegado a su fin. E, inevitablemente, junto a los ojos enfurecidos, los egos ensombrecidos y los resbalones creativos, llegó la madre de todas las resacas. Aquella resaca se llamó Let It Be.

Hoy en día, y al margen de la polémica, la idea de un renovado Let It Be es algo genuinamente excitante. En un momento en el que bandas tan diversas como The White Stripes, Jet, Kings Of Leon o The Coral miran sin descaro hacia el final de los 60, la edición de la nueva versión impulsada por un Paul McCartney irritado por la producción ampulosa de Phil Spector no podía haber llegado en mejor momento.

También no es menos cierto que su edición original no pudo llegar en peor momento. En mayo de los 70, The Beatles habían acabado sus peleas por omisión. Enganchados a la heroína y acosados por las brigadas de la decencia por la exhibición de sus litografías eróticas de su luna de miel, John Lennon y Yoko Ono volaron a Dinamarca para renovar su peinado y buscar Ovnis. Ringo Star acababa de estrenar su debut en el cine, The Magic Christian, y tenía en mente comenzar una carrera como estrella de Hollywood. Mientras tanto, George Harrison y Paul McCartney estaban ultimando sus respectivos debuts en solitario. Para rematar la jugada, en abril, semanas antes de la edición de Let It Be, se filtró a la prensa la noticia de que Paul abandonaba el grupo, cansado de las luchas internas. No es que la atmósfera que se respiraba entre ellos constara por escrito, pero era algo que estaba en las nubes que colgaban por encima.

En un ambiente tan enrarecido, cualquier lanzamiento de los Beatles hubiera sido tratado con muchas suspicacias, pero, además, su nuevo disco no estaba pensado para subirle la moral a nadie. Dentro de una funda de contornos de color negro y con un retrato distraído de cada uno de los componentes debajo de un título resignado, Let It Be -Déjalo estar- fue recibido con bastante frialdad.

Aún hoy, las sesiones de grabación continúan rodeadas de misterio. Sus orígenes nos conducen a mediados de noviembre del 68. El grupo estaba todavía bajo la influencia de la muerte de Brian Epstein, su manager, y a Paul McCartney se le ocurrió que la mejor manera de sobreponerse era volver a tocar en un escenario como The Beatles y hacer una serie de conciertos para televisión que se podría editar más tarde como un disco en el que el grupo dejara claro que volvía a sus raíces. Al tiempo que serviría como contrapeso a la pesadilla en la que se había convertido la grabación del disco doble The White Album, podría permitir al grupo recuperar la atención de una audiencia no tan perdida por las indulgencias psicodélicas del Magical Mystery Tour como decepcionada por la actitud de los cuatro de Liverpool.

Pronto empezaron los problemas en aquellas sesiones. Cuando llegaron a los estudios Twickenham el 2 de enero de 1969, el grupo se encontró una vez más rodeado de cámaras y luces cegadoras, lo que les dio la impresión de ser piezas de exhibición en algún zoo humano. A los ocho días George Harrison se marchó, cansado de las críticas de Paul McCartney y, aunque regresó a la semana siguiente, decidieron abandonar los estudios para volver a los suyos, los estudios Apple. Allí, con la llegada del quinto Beatle, Billy Preston, al menos el ánimo mejoró y los cinco se embarcaron en sesiones sin fin en las que el ingeniero Glyn Johns grababa todo.

Ese ánimo mejorado culminó en la última aparición en directo de los Beatles en la terraza de los estudios Apple el 30 de enero. El concierto fue interrumpido por la policía a los 42 minutos, después de quejas de los vecinos del barrio de Savile Row. Al día siguiente, tras apelar a la excusa de que había que darle unos toques finales, el grupo dejó al cabreado Glyn Johns y sus cintas grabadas de lado para ponerse a trabajar en su despedida oficial, Abbey Road. Por increíble que parezca, dado lo que es habitual en el mundo de la música hoy, en su último año juntos The Beatles produjeron unas 60 canciones.

“Fue la primera vez desde el primer disco en el que no tuvimos mucho que ver con ello,” recordaba John Lennon de las sesiones de Let It Be. “Ninguno de nosotros se molestó en pasarse por allí para acabarlo. Íbamos a dejar que se publicara un disco horrendo, sólo para que la gente viera lo que nos había pasado.”

John Lennon preparó dos versiones del álbum sacándolas de un Everest de cintas, pero ambas fueron rechazadas. En ese instante, tras la sugerencia del manager Allen Klein, el grupo llamó al super-productor Phil Spector para poner orden. Legendario tanto por sus erráticos métodos de trabajo como por sus producciones de muro-de-sonido en algunos de los discos pop definitivos de los 60, Phil Spector había sido idealizado por John y pareció ser la elección lógica para salvar aquellas sesiones.

En abril de 1970 Phil Spector había completado su trabajo: el disco estaba acabado y se titulaba Let It Be. Las críticas fueron ambivalentes, aunque Lennon evitaba cualquier discusión con un argumento infalible: “Siempre quiso trabajar con los Beatles y le dimos la mayor montaña de mierda que grabamos; consiguió sacar algo de allí y no me provocó vómitos.”

McCartney no quedó tan impresionado. Decepcionado por los arreglos de Spector para “The Long And Winding Road”, se puso en marcha para disolver el grupo de una vez por todas. Irónicamente, sus intentos de unir el grupo de nuevo acabaron precipitando su final. Hace algún tiempo parecía haber dejado reposar sus sentimientos un tanto. “No culpo a Phil,” declaró. “En aquellos tiempos todo se nos estaba escapando. Todos sentíamos que estaba llegando el fin… Estábamos muy suspicaces entre nosotros y con todo lo demás. Probablemente nos encontrábamos al borde de un ataque de nervios.”

El caso es que al fin se ha publicado el disco tal como él quería. Así que ahora podemos disfrutar de las dos versiones de Let It Be. ¿Cuál es mejor? ¿Cuál nos gusta más? Da igual: en medio de todo aquello, los Beatles todavía pudieron crear otro clásico del rock en su peor momento. Después de tres décadas intentando vivir con ello, tal vez fuera el momento de desmelenarse.~